CAPACIDADES DIFERENTES
En la novela de Pablo Melicchio se aborda el tema de
los desaparecidos a partir de un elemento sobrenatural, pero que lleva a
una indagación social sobre las heridas que no cierran y los duelos que
finalmente sobrevendrán.
Por Martín Kasañetz
Lejos de
permanecer pasiva en los libros de historia –y a pesar de algunos
sectores de la sociedad que intentan ocultarla– la temática de los
desaparecidos en la Argentina existe, de manera activa y en forma
creciente, desde los últimos treinta años. Esta especie de zombie
histórico que tristemente habita en nuestro país mantiene su
supervivencia –más allá de la crueldad de cualquier genocidio– debido a
múltiples condiciones pero fundamentalmente a dos, las cuales determinan
que su impronta vuelva una y otra vez de (y hacia) la sociedad
argentina. En primer lugar, esta temática tiene el componente trágico de
imposible resolución que toda muerte tiene, pero además, la situación
de injusticia de un Estado ejerciendo violencia sobre su propio pueblo,
generando una deuda social inagotable. En segundo lugar, la falta de
información que las desapariciones generaron, obligando al horror que
proviene de no poder cerrar la historia de una vida. Esta grieta (ésta
sí real, no ficticia) se sigue manifestando continuamente en la cultura
argentina por medio del cine, la música, y los libros como una forma de
buscar respuestas que encuentren algo de comprensión a lo irresoluto.
En Las voces de abajo, Pablo Melicchio aborda esta realidad
argentina, pero por medio de una situación sobrenatural: Chiche es un
joven con un retraso mental leve que permanece internado en un centro de
atención para personas con capacidades diferentes. Un día, trabajando
en sus tareas –tiene a su cargo la supervisión de una pequeña granja de
animales a los cuales, a modo de terapia, cuida y alimenta– siente una
pequeña vibración bajo sus pies que da comienzo a un sonido humano que
proviene de bajo la tierra. Chiche comienza a escuchar las voces de un
grupo de desaparecidos que fueron asesinados y enterrados bajo lo que
hoy es una institución de salud mental. En lugar de alejarse, Chiche
toma esta comunicación como algo normal y comienza a dialogar con ellos
para luego intentar resolver, a su manera, ciertas necesidades –en
especial la de cómo conseguir noticias de actualidad– que ellos le
manifiestan. Así comienza su relación con Ernesto, Fernando, Juan y en
especial con Dolores, quien busca a su hijo, al que le robaron al
momento del parto en un Centro de Detención Clandestino. Chiche también
tiene una historia familiar violenta que no logra recordar del todo, sin
embargo se siente muy identificado con la voz de Dolores, que le
recuerda a la de su madre ausente. En paralelo con esta historia, otro
texto más lírico –una especie de reflexión introspectiva en forma de
prosa poética– va acompañando la historia de Chiche mientras cuenta la
vida de Roberto, que acaba de salir de la cárcel y se encuentra signado
irremediablemente por su pasado violento.Las voces de abajo cruza la tragedia personal que proviene de la violencia que el personaje principal carga en su pasado con la violencia que habita en el pasado reciente de nuestra sociedad y que llega hasta hoy de innumerables formas que necesitan una reparación definitiva por medio de la Justicia. Como puede leerse en la novela: “Ser desaparecidos no es ni una cosa ni otra. Una vez descubiertos va a cerrarse un tiempo profundamente doloroso, para abrirse otra temporalidad, pero más lógica, la del duelo”.