La Rivadavia azul
Por Luis de la Puente
Ediciones Simurg. 96 páginas
De la época de esplendor comercial de la narrativa policial en nuestro país, Ediciones Simurg acaba de rescatar La Rivadavia azul, un clásico olvidado, escrito por Luis de la Puente y publicado originalmente en 1952.
Se trata de una nouvelle que se dio a conocer en el número
25 de “Pistas”, una típica colección de quiosco sobre el genero que,
junto con “Rastros”, empezaba por aquella época a dar espacio a la
“línea dura” de los policiales, con traducciones de Dashell Hammett,
Raymond Chandler y otros, junto a otros autores de las líneas más
clásicas.
Es posible pensar que esta obra de De la Puente refleje en sus pocas
páginas esa transición hacia el policial duro, con su sarcasmo,
sensualidad e incipiente violencia. Más clara es cierta alusión a las
historias de Perry Mason escritas por Erle Stanley Gardner y llevadas a
la televisión por esos años.
Aquí el caso no gira en torno a un abogado penalista sino a un
investigador privado, Larrazábal, quien sin embargo también cuenta con
la ayuda inestimable de una secretaria con aire de suficiencia, como la
que demostraba Della Street, la fiel asistente de Mason.
En la novela de De la Puente, Larrazábal, que está a punto de
abandonar el negocio, recibe el encargo de investigar la desaparición de
un hombre joven, un filatelista que rastreaba una rara estampilla, la
famosa Rivadavia azul, de gran valor económico. La pesquisa va dejando
en evidencia la existencia de un plan criminal mayor.
La trama, en la que no faltan las mujeres irresistibles, los tragos y
alguna golpiza, se desenvuelve entre Buenos Aires y Montevideo,
ciudades que son recorridas por el inspector a pie, en auto o
hidroavión. El protagonismo de las calles porteñas en un policial es, de
hecho, uno de los elementos novedosos de la época, y así seguimos a
Larrazábal mientras se traslada desde Barrio Norte al Congreso o a
Palermo chico.
Hay todavía una mezcla de picardía e inocencia en el planteo, que
presenta el duelo entre el inspector y los villanos como una competencia
deportiva. No hay sadismo, no hay truculencia, casi no hay excesos. Es,
en ese sentido, una expresión de su tiempo.
Solo con el correr de las páginas el inspector se va revelando como
un hombre curtido y áspero. Pero, también, algo incauto, torpe,
perdedor, a un paso de la ruina. Un matiz que es propio de la ironía que
quiso imprimir el autor a su obra y también a su protagonista.
Como telón de fondo de los personajes, entre los que se cuenta el
jefe de la brigada de investigaciones de la policía, Della Croce -que
está siempre un paso atrás de Larrazábal- aparece el rostro de una
sociedad más contenida, más confiada, más humana, con una mirada límpida
sobre la policía, en la que asoman sin embargo vicios y delitos que no
harían más que agravarse con el tiempo.
Luis de la Puente es autor de otras siete novelas policiales
publicadas por Acme Agency en sus colecciones entre 1949 y 1956. Su
reedición ofrece una lectura entretenida y, sobre todo, refrescante.