Este libro de cuentos puede situarse en un lugar escondido, habría
que descorrer la cortina de esa habitación y mirar lentamente para no
cegarnos. Como dice Ricardo Piglia, un cuento siempre cuenta dos
historias, ese placer de descubrir los intersticios que vibra en cada
relato. En cada cuento habita un enigma, un silencio a revelarse, una
pregunta que queda colgada en los confines de una isla, unas palabras
que asedian al personaje hasta atraparlo, una estación de tren como
observadora muda…
En el cuento que da título al libro, un hombre escruta a cada paso,
recuerda, conquista ese viaje como evolución continua del espíritu, para
bien o para mal; pretende crucificar a los malos espíritus y fracasa; o
llega a vencerlos y es entonces cuando su vida coincide en un mismo
lugar. En El orden del tiempo, es el pasado que atrae su cruel para hacer una simetría capaz de envolver vidas y destinos. En El Huésped, Bernardo
es un interrogante que permanece tranquilo, junto a los gestos y ruidos
que invaden un hogar y conviven en una apariencia enigmática. En Los cuervos,
(difícil no recordar la película de A. Hitchcock), el protagonista
reflexiona sobre estos animales que de pronto son parte de cada uno de
los pobladores de la comunidad, metáfora para quién le guste hacer
extrapolaciones políticas y sociales. El destino es un juego, una visitación a la inspiración y goce del arte. La noche del samurái,
es una joya del cuento tradicional argentino, la ley de la esfericidad
cumplida en forma perfecta, un hallazgo, la luz al fondo del pasillo que
nos revela realidad de ficción, pero que se apaga intermitentemente.
Jorge E. Gavilán nace al mundo literario con esta primera obra
publicada con gran calidad por Simurg. En muchas oportunidades se
escucha que en el primer libro el escritor debe salir con su mejor
traje, relucir sus zapatos, usar su mejor corbata y no despeinarse.
Gavilán hizo todo aquello y está listo para la fiesta.
Juliano Oscar Ortiz
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